Cuando llegué a León para iniciar el semestre de intercambio, me encontré con un gringo y su esposa que repartían flyers sobre el restaurante de hamburguesas que estaban por abrir la siguiente semana. Días después ya había probado su producto y hasta el día de hoy no he encontrado una burger que se le compare. Por esto, y por la flojera de cocinar, me convertí en cliente frecuente y comencé a correr la voz entre mis amigos sobre la calidad de las hamburguesas. La que sale en la foto es la que pedíamos cada jueves antes de la clase de cosmología. Era un reto acabarsela por los 250 gramos de carne, tocino, queso y vegetales. Aún más complicado era manterse despierto durante la clase que seguía después de la comida. Curiosamente, en el 2015 me tocó regresar a Léon para un taller de física y me lo encontré llorando en la estación de camiones abrazado de una dama. Con el poco inglés que yo hablaba en ese entonces platiqué con él y el gringo me contó que tenía que regrerarse a su país ya que andaba de ilegal en México. Tristemente su local cerró un año después en el 2016.