
En la navidad del 2017 a mi roommate le regalaron un jamón serrano. Era un regalo algo inusual por parte de sus padres, pero bienvenido en nuestro apartamento. Esta pierna se encontraba siempre en la cocina, por lo que durante un tiempo había algo que botanear en la madrugada después de la pedalera. Durante el pico de las fiestas que organizaba para mis amiguitos en Bonn, tocó que este jamón estuviese presente para el deleite de nuestros invitados. Fue una de las mejores fiestas; mucha gente, buena música y excelente ambiente. Lo mejor de todo es que había un cuarto desocupado y contábamos con más espacio del que ofrecía nuestra pequeña sala, cocina y balcón (lleno de botellas vacías de anteriores cotorreos). La verdad es que esta recámara la usamos para los torneos de beer pong y para poner una máquina de láseres. En fin, la noche pasó muy rápido como en toda buena fiesta, y era hora de irse a dormir. Antes de que todos se fueran, algunos me comentaron que dejaron un regalito en mi cuarto. Nunca me imaginé que hubieran puesto este jamón en mi armario. De hecho pueden ver que sacaron mi ropa, incluso una repisa, y acomodaron la pierna con todo y trapo. Fue entonces que entendí por qué durante la fiesta estos cuates se la pasaban en mi cuarto. Lo curioso es que no me molestó en lo absoluto. Al contrario, me dio mucha risa y fue tema de conversación por un rato.