Babette-Koch-Weg II

Tras mi llegada al infame Babette-Koch-Weg (BKW), muchos eventos interesantes sucedieron durante los casi tres años que viví ahí. En esta nueva entrada en la serie de BKW, voy a platicar un poco sobre mis primeras experiencias de vivir con alemanes y las complicaciones del idioma con las que me encontré. Como ya les platiqué en el primer post, tuve suerte de que la chica que ahí vivía hablara español. Esto ayudó mucho al momento de conocernos y en nuestras futuras interacciones. Había veces en que ni en alemán o inglés nos entendíamos, por lo que al final tenía que recurrir a ella. Lo contrario pasaba con mis otros dos roommates. Con ellos era solamente en inglés, porque mi alemán era malísimo y no podía comunicar mucho cuando trataba de usarlo. Por fortuna, en este país casi toda la gente joven habla muy bien el inglés, así que cuando había visita en el depa también podía hablar con ellos, hasta que se volteaban a hablar con sus compas y ya dejaba de entender lo que platicaban. Verán, los alemanes tienen la costumbre de ponerse a platicar en inglés cuando, por lo menos, una persona del grupo no habla su idioma, incluso aunque ya no les estés poniendo atención. Esto era a veces algo incómodo para mí, porque sentía que tenía que poner atención a todo lo que se dijera aunque no me importara. Hasta el día de hoy me ha tocado que me la apliquen, pero siempre les digo que se pongan a hablar alemán, como si no les fuera a entender. Aunque, de hecho, existió también la otra raza que de plano no quería hablar inglés, porque no lo conocían bien o simplemente les daba pena. Los entiendo, pues qué necesidad hay de tener que aprender otro idioma en tu propio país. Esta fue la situación con un roommate honorario que tuvimos durante un buen rato en el depa. Se trata del chavo que les platiqué en la primera entrada de la serie, el que siempre me forzó a hablar el idioma. Recuerdo que siempre era un reto comunicarme con él. A veces le decía algo y no me entendía, imagino que por la forma en la que pronunciaba las palabras. Cuando esto sucedía, volteaba con cara de perro regañado a mis roommates para que le dieran a entender la idea, después de que se los había explicado en inglés. No me daba cuenta, pero esto ayudaba mucho. Hoy en día ya nos entendemos bien y cada que puedo le recuerdo lo mucho que me ayudó a aprender su lengua (es el del suéter de Sunday en la última foto). Otra cosa que ayudo mucho fue simplemente juntarme con ellos. Siempre había cotorreo en el depa, casi a diario, y todos hablaban alemán. No podía socializar mucho por la barrera del idioma, pero con el tiempo comencé a darme cuenta de que cada vez entendía un poco más. En fin, esta fue la historia con la lengua alemana a mi llegada a Bonn. Fue una mezcla de los tres idiomas que conozco hasta que por fin pude mantener conversaciones auf Deutsch.

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