En esta foto iba justo regresando de unas vacaciones y decidí llevarme unas cuantas delicias a la oficina para que los alemanes conocieran algo auténtico de México. Cada que viajo a mi país me llevo una maleta grande donde guardo mi ropa y unos cuantos souvenirs para los que viven en mi pueblito. Hago lo mismo en mi viaje de regreso a Alemania, solo que me traigo más golosinas que imanes, camisas o cositas random que puedes comprar en la calle Primera. Hago esto porque sé que los dulces que aquí se consumen no son nada parecidos a los de mi país. Como ya sabrán, la componente principal de los nuestros es el picante y esto es lo que sorprende a los europeos. Desde que le dan la primera probada a la paleta de caramelo enchilosa se sobresaltan, no pueden creer que comamos esto por voluntad propia (y algunos las tiran, cosa que me molesta mucho). De hecho, se sorprenden aún más cuando les digo que esto es lo que consumimos desde que somos unos niños y que llenamos nuestras piñatas con ellos. Claro que se entiende que la mayoría de los alemanes tengan esta reacción pues su dieta no incluye el picante. Curiosamente, también están los otros a los cuales sí les agradan estas golosinas. Por ejemplo, a mi exroommate le encantan estas paletas cubiertas de chile en polvo; se las come mientras sus otros amigos lo miran con cara de disgusto. Ya con los años que he estado aquí puedo concluir que, por lo menos en Europa, existen dos tipos de reacciones a nuestros dulces. Están los que de plano no les agradan y los que les encanta consumirlos (como la gente que hasta me pide que les traiga paletas cada que voy de visita). Está también la población asiática con la que me ha tocado convivir y a ellos sí les agradan desde la primera probada; no los aman, pero los pueden disfrutar y apreciar. Al final, los que más aprecian estos dulces son los mexicanos que aquí viven. Siempre es lindo volver a probar algo auténtico de tu país cuando ya tienes bastantes meses o años fuera de casa.