Lugar emblemático para algunos de mis amigos físicos que cursamos una materia extraña de relatividad en quinto semestre tutoriada por un estudiante que regresaba de su intercambio en Alemania, por eso las Krombacher arriba del microondas. La idea era planear la reunión con los colegas antes de avisarle al anfitrión, el cual siempre accedía de buena gana ya que, según él, no había mucho qué hacer de todos modos. Solo había que llegar con los refrescos y las botanas para el festín. Se cuenta que años después de que dejamos de reunirnos el cementerio de envases siguía ahí, aunque con más volumen de botellas.

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